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Lo que sembraron de muerte y odio no puede ser olvidado…

Por Afaf Aniba

Hace años leí el libro del valiente judío Ilan Pappé titulado *La limpieza étnica de Palestina.*

Su lectura me demostró, sin lugar a dudas, la atrocidad de los sionistas. Como le dije al embajador de Estados Unidos, el señor Robert S. Ford, después de mi visita a América en el marco del Programa de Visitantes Internacionales en noviembre-diciembre de 2006:

«Me es imposible reconocer el derecho de una entidad sionista usurpadora sobre nuestra tierra, Palestina. Si la OLP reconoció el derecho de los sionistas a ocupar Palestina, Afaf Aniba jamás lo reconocerá —no por odio hacia los judíos (señor embajador, muchos de ellos vivieron bajo el amparo de la civilización islámica en paz y seguridad), sino por su traición y perfidia hacia nosotros en Palestina.” Expulsaron y mataron a nuestro pueblo musulmán y cristiano cuando aún eran minoría. Entonces, ¿cómo pudo una minoría convertirse, desde vuestra civilización, en grupos armados criminales para matarnos y arrancarnos de nuestra tierra —de nuestros hogares, nuestros prados, nuestros desiertos, nuestro mar y cielo y espacio y historia— y arrojarnos a los caminos del exilio, del destierro y de la miseria…?»

Cualquiera que cuente con que los sionistas se retiren voluntariamente de la Palestina de 1967 está engañado. Conozco la naturaleza del movimiento sionista: ya sean de izquierda, centro o derecha, no se retirarán ni lo harán jamás de la Palestina de 1967 de forma voluntaria. En mi opinión, la solución de dos Estados es absurda porque concede a los sionistas usurpadores un derecho sobre una tierra que no les pertenece, basado en su reivindicación en la Torá de que es su tierra. Respondo así: la Torá ha sido alterada, el Islam la abrogó, y Dios legó la tierra a los más piadosos —es decir, al pueblo que más le obedece y que es más recto y justo.

Basta de ilusiones y de apostar por la solución de dos Estados —no se retirarán— y, como musulmana, no aceptaré quedarme errante y sin hogar, lejos de nuestra tierra, Palestina, aunque algunos palestinos lo acepten. Como musulmana jamás lo aceptaré, y no hay solución más que expulsar por la fuerza a los sionistas de Palestina —expulsarlos con la misma fuerza que usaron contra nosotros para matarnos y desplazarnos.

No, mi memoria no es obstinada; no olvidaré las masacres, cómo probaron sus armas biológicas y químicas contra nosotros, cómo robaron los órganos de nuestros mártires y cómo mataron todo ser viviente en Palestina.

No —no lo olvidé ni lo olvidaré. La causa de los oprimidos, por mucho tiempo que pase y por muy arrogante que se vuelva el ocupante, llegará a su fin.

Un final feliz, porque el Dios Todopoderoso la respalda. Dios no hace injusticia, y ayuda a los oprimidos que no han renunciado a su derecho legítimo ni a su causa justa.

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